La creación de Adán y Eva (Génesis 2:4–25)
El relato del capítulo 2 de Génesis es redundante con la información que se encuentra en el capítulo 1 de Génesis:
“Y Dios pasó a decir: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra”. Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó. Además, los bendijo Dios y les dijo Dios: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra”. Y Dios pasó a decir: “Miren que les he dado toda vegetación que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra y todo árbol en el cual hay fruto de árbol que da semilla. Que les sirva de alimento. Y a toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura voladora de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma he dado toda la vegetación verde para alimento”. Y llegó a ser así” (Génesis 1:26–30).
Este pasaje muestra que Dios nombró al hombre administrador de la tierra, con la ayuda de su esposa, poblándola, pero también administrando el bienestar de todos los animales. El Capítulo 2 contiene otra información muy importante, que complementa la del capítulo 1:
“Esta es una historia de los cielos y la tierra en el tiempo en que fueron creados, en el día que Jehová Dios hizo tierra y cielo.
5 Ahora bien, todavía no se hallaba ningún arbusto del campo en la tierra y ninguna vegetación del campo brotaba aún, porque Jehová Dios no había hecho llover sobre la tierra y no había hombre que cultivara el suelo. 6 Pero una neblina subía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo.
7 Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente. 8 Además, Jehová Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado. 9 Así Jehová Dios hizo crecer del suelo todo árbol deseable a la vista de uno y bueno para alimento, y también el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo.
10 Ahora bien, había un río que procedía de Edén para regar el jardín, y de allí empezaba a dividirse y llegaba a ser, por decirlo así, cuatro cabeceras. 11 El nombre del primer [río] es Pisón; es el que rodea toda la tierra de Havilá, donde hay oro. 12 Y el oro de aquella tierra es bueno. Allí hay también el bedelio y la piedra de ónice. 13 Y el nombre del segundo río es Guihón; es el que rodea toda la tierra de Cus. 14 Y el nombre del tercer río es Hidequel; es el que va al este de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates.
15 Y Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara. 16 Y también impuso Jehová Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. 17 Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”.
18 Y Jehová Dios pasó a decir: “No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él”. 19 Ahora bien, Jehová Dios estaba formando del suelo toda bestia salvaje del campo y toda criatura voladora de los cielos, y empezó a traerlas al hombre para ver lo que llamaría a cada una; y lo que el hombre la llamaba, a cada alma viviente, ese era su nombre. 20 De modo que el hombre iba dando nombres a todos los animales domésticos y a las criaturas voladoras de los cielos y a toda bestia salvaje del campo, pero para el hombre no se halló ayudante como complemento de él. 21 Por lo tanto Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y entonces cerró la carne sobre su lugar. 22 Y Jehová Dios procedió a construir de la costilla que había tomado del hombre una mujer, y a traerla al hombre.
23 Entonces dijo el hombre:
“Esto por fin es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Esta será llamada Mujer,
porque del hombre fue tomada esta”.
24 Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne. 25 Y ambos continuaban desnudos, el hombre y su esposa, y sin embargo no se avergonzaban” (Génesis 2:4–25).
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Dios creó al hombre y a la mujer.
(Génesis 2:7)
“Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente. (…) Y Jehová Dios procedió a construir de la costilla que había tomado del hombre una mujer, y a traerla al hombre” (Génesis 2:7, 21,22).
Este pasaje tiene un alto valor existencial: ¿es aquel relato real, histórico, o no es más que una alegoría que ilustra una lenta evolución que desembocó al homo sapiens (el hombre actual), como lo enseña la ciencia? Para muchos, este pasaje bíblico mencionado anteriormente es sólo un mito de la creación del Hombre que no debe tomarse literalmente. Como lector de la Biblia, que la considera la Palabra de Dios, este relato tiene un valor histórico comprobado. Esto es precisamente lo que Cristo enseñó respecto a una pregunta sobre el divorcio, refiriéndose a la creación del hombre y de la mujer: “Sin embargo, desde [el] principio de la creación ‘Él los hizo macho y hembra. Por este motivo dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos serán una sola carne’; de modo que ya no son dos, sino una sola carne’” (Marcos 10:6–8). Jesucristo obviamente se refería a los capítulos 1 y 2 del Génesis: “Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó. (…) Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne” (Génesis 1:27; 2:24). Como vemos, Jesucristo consideró el relato de la creación del hombre y la mujer como un hecho histórico.
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¿Sólo 6000 años?
En la primera parte en relación con la historia de la creación del Hombre, simplemente vimos que existen dos tesis contrapuestas, el hombre fue creado directamente por Dios, mientras que según la ciencia (los evolucionistas en particular), el Hombre sería el resultado de una lenta evolución. A esta tesis y antítesis se suma otra cuestión controvertida: la edad de la existencia del hombre. Esta meditación sobre el relato de la creación del Hombre es esencialmente bíblica. Por este motivo, para los aspectos más científicos relacionados con las diferentes técnicas de datación, invitamos a los lectores científicamente interesados en el tema a que investiguen por sí mismos, mientras que este asunto sólo se abordará para que el contenido del estudio sea accesible a todos.
Según la cronología bíblica, el hombre ha estado en la tierra durante poco más de 6.000 años (Lucas 2:23–38). Evidentemente, para los científicos (los evolucionistas), tal afirmación es una auténtica aberración. Para ellos, gracias al método de datación, el hombre tendría cientos de miles de años y hasta millones de años. A modo indicativo, noten algunas edades avanzadas, que se pueden encontrar en Internet: 300.000 años, 600.000 años, 200.000 años, 160.000 años, 900.000 años, algunas presentan la edad de 3 millones de años… Sólo se trata de una simple búsqueda en Internet, en la primera página donde aparecen aquellas cifras desorbitadas y completamente aberrantes desde un simple punto de vista demográfico.
De hecho, desde un punto de vista demográfico y aritmético, estas cifras son completamente aberrantes: en 1800, la población mundial alcanzaba los mil millones de seres humanos y se ha duplicado en los últimos cincuenta años (4 mil millones en 1974). Debería seguir creciendo y llegar a casi 10 mil millones de humanos en 2050. Lo que significa que, en sólo 250 años, la población mundial aumentaría de mil millones de humanos a 10 mil millones en 2050… Basado en un razonamiento científico simple (la ciencia de la demografía): las exorbitantes edades de existencia del hombre, equivaldría a decir que los humanos podrían haber poblado todos los planetas del sistema solar hasta incluso más (suponiendo que hubieran sido habitables). Lo que significa que aquellas cifras exorbitantes presentadas sobre la edad del hombre no son fiables porque son muy diferentes entre sí y representan una imposibilidad demográfica porque el planeta Tierra tiene una superficie finita y no extensible.
En cuanto a las dataciones, las hay por edades astronómicas que se cuentan en decenas de millones de años y un método en decenas de miles de años (no más de 50.000 años). Antes de tratar de aquellos dos métodos generales de datación, explicadas de manera muy simple, es apropiado recordar un punto importante en el relato del capítulo 1 de Génesis. En Génesis está escrito: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Esto resume unos 13 mil millones de años, si consideramos que los cielos se refieren al universo, según la ciencia. Lo que significa que considerar que el planeta Tierra tiene varios cientos de millones de años, incluso mucho más no contradice de ninguna manera Génesis 1:1. Por otro lado, el relato del arreglo de la tierra con vistas a permitir la vida vegetal, animal y humana, deberían contarse en varias decenas de miles de años (quizás más teniendo en cuenta que los 6 días no habrían tenido la misma duración).
Existe la datación de rocas con el potasio-argón, potasio-argón 40 y el argón argón (puede leer aquellos temas en Wikipedia u otras búsquedas en Internet). Estas edades se miden en decenas o cientos de millones de años. El método potasio-argón (K-Ar) es un método de datación isotópica desarrollado en 1948 por Aldrich y Nier. Puede cubrir casi todas las edades geológicas con buena precisión. Se basa en medir la cantidad de argón (40Ar) y potasio 40 (40K) presentes en una muestra de roca procedente de la solidificación de un magma completamente desgasificado. Permite datar minerales en rocas metamórficas y rocas volcánicas. Se trata de la datación de rocas y capas geológicas. Aunque este método pueda considerarse fiable, en el artículo de Wikipedia (versión francesa) hay un subtítulo que resume bien la situación: “Incertidumbre interna e incertidumbre total” (Incertitude interne et incertitude totale)… Los paleontólogos utilizan este método para medir la edad de los fósiles, como el de los dinosaurios. Y por supuesto, obtenemos edades exorbitantes, por ejemplo, de 120 a 130 millones de años.
Sobre esta base, incluso el simple neófito puede tener el mismo razonamiento que sobre la edad del hombre en la tierra (arriba). Si los dinosaurios hubieran vivido tanto tiempo en la Tierra, habrían tenido mucho tiempo para proliferar, hasta el punto de que, dondequiera que estuvieran en la Tierra, encontraríamos una profusión de huesos bajo tierra, incluso si hubieran desaparecido hace mucho tiempo. Sin embargo, ¿qué vemos? Los fósiles de dinosaurios están ampliamente dispersos por la superficie terrestre y son pocos en número dado el tiempo astronómico en el que los científicos creen que vivieron… Se agrega otra pregunta. Cuando los dinosaurios murieron, con el tiempo, sus cuerpos biológicos normalmente se descompondrían en la tierra. La pregunta es, ¿hasta qué punto el fósil de dinosaurio estaría impregnado del suelo donde estaba? Al fechar huesos de dinosaurios, ¿será que se fecha sólo los huesos, o también el terreno donde se encontraron los huesos? Lo cual podría mucho exagerar la edad de existencia de los dinosaurios…
La datación con carbono 14 permite estimar la edad de restos arqueológicos, pinturas rupestres, sedimentos, etc. Su principio: utilizar las propiedades de desintegración radiactiva del isótopo carbono 14, átomo presente en toda la materia orgánica y en los carbonatos. El carbono-14 es un isótopo radiactivo del carbono. Su vida media radiactiva, el tiempo tras el cual la mitad de estos átomos se han desintegrado en nitrógeno 14, es de 5.730 años. Al formarse en la atmósfera superior de la Tierra, hay 1 átomo de carbono-14 por cada billón de carbono 12 (isótopo no radiactivo). Este método se aplica a fósiles que datan de como máximo 50.000 años. La formación del radiocarbono 14 tiene lugar en la atmósfera superior y por tanto llega a las plantas y a diversos seres vivos mediante la penetración de los rayos cósmicos hasta la atmósfera inferior (la troposfera donde vivimos y respiramos).
Este método, aunque fiable, presupone que la tasa de penetración de los rayos cósmicos hasta la atmósfera inferior habría sido constante y siempre la misma. Este postulado considera que la atmósfera, a lo largo de los siglos, no habría sufrido grandes cambios (por ejemplo, pasar de una atmósfera más opaca a una atmósfera más translúcida). Esto es exactamente lo que describe el relato del Génesis con respecto al cambio en la atmósfera antes y después del diluvio. De hecho, según Génesis 1:6–8, en el largo período anterior al diluvio de la época de Noé, está escrito que había un océano celestial probablemente suspendido en la atmósfera superior, tal vez al nivel de la termosfera.
Este océano celestial es designado por las expresiones de diluvio, compuertas de los cielos (Génesis 6:17; 7:6–10,17 “diluvio”; 7:11 “compuertas de los cielos”): “Y en cuanto a mí, aquí voy a traer el diluvio de aguas sobre la tierra para arruinar de debajo de los cielos a toda carne en la cual está activa la fuerza de vida” (Génesis 6:17). Este texto muestra que Dios anuncia que literalmente hará que este océano celestial caiga sobre la tierra. “En el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes, en este día fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas” (Génesis 7 :11). Este texto muestra la caída progresiva de este océano celestial, en la tierra, durante cuarenta días y cuarenta noches de lluvia, sobre toda la superficie de la tierra. La palabra hebrea traducida por diluvio es “Mabûl” (H03999), que aparece en el libro del Génesis, se traduce “océano celestial” en la Traducción King James, de Salmos 29:10.
Este recordatorio pretende indicar que la presencia de aquel océano celeste en la atmósfera superior podría haber reducido en gran medida la penetración del radiocarbono 14 en la capa inferior de la atmósfera (la troposfera). Este parámetro, ignorado por la ciencia, muestra que, en lo que respecta a las dataciones en el período antediluviano con radiocarbono 14, las fechas están muy sobreestimadas en proporción a la disminución de la penetración del radiocarbono 14, en aquel entonces.
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La ideología de la existencia del hombre prehistórico
La expresión “hombre prehistórico” designa, de manera muy imprecisa, distintas especies o poblaciones humanas que vivieron durante la Prehistoria. Este período llamado “prehistoria” es el conjunto de acontecimientos concernientes a la humanidad antes de la aparición de la escritura. Este periodo comenzó con la aparición de los primeros humanos, hace 3 millones de años, según los evolucionistas. Termina con la aparición de la escritura en Mesopotamia, hace 5.000 años (es decir, 3.000 Antes Era Común). Es interesante observar en esta definición encontrada en Internet que la fecha aquí mencionada es de 3 millones de años (se puede comparar esta cifra con las otras anteriores). Este período inventado por los evolucionistas está en completa contradicción con la Biblia. En lugar de entrar en un debate más ideológico que científico, la cuestión que se plantea se refiere a nuestra confianza en el relato bíblico o en el relato de los evolucionistas. Por ejemplo, las representaciones de hombres prehistóricos (en los museos), con la espalda encorvada y el cráneo muy aplanado, parecido al de un mono, son simplemente el fruto de la imaginación de los artistas que las dibujaron. Cuando se encuentra un cuerpo humano (quizás sólo con los huesos), tras una desaparición o un asesinato (u otras circunstancias), los médicos forenses no pueden dibujar una representación exacta del cuerpo, la cara, el cabello y la barba (en el caso de los hombres), antes su muerte. ¿Qué podemos decir de los huesos humanos que murieron hace miles de años?
Como creyentes asumimos nuestra fe en la confiabilidad del relato histórico de Génesis, como fue el caso de Jesucristo. Mientras que los evolucionistas no aceptan el hecho de que su teoría es simplemente una ideología atea que desean imponernos con un razonamiento que presentan como científico, pero sólo de nombre y no de hechos establecidos.
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El árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo
Génesis capítulo 2 nos informa que Dios creó al hombre y lo puso en un “jardín” llamado Edén de varios miles de hectáreas. Adam estaba en condiciones ideales. En este entorno agradable, disfrutaba de una gran libertad (Juan 8:32). Sin embargo, Dios puso un límite a esta inmensa libertad: un árbol: “Y Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara. Y también impuso Jehová Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”” (Génesis 2:15–17). “El árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” era simplemente la representación concreta del concepto abstracto de lo bueno y de lo malo. Aquel árbol real, representaba para Adán, el límite concreto, un “conocimiento (concreto) de lo bueno y lo malo”, fijado por Dios, entre lo “bueno”, obedecerle y no comer de él y lo “malo”, la desobediencia.
Es evidente que este mandamiento de Dios no era gravoso (comparar con Mateo 11:28–30 “Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera” y 1 Juan 5:3 “sus mandamientos no son gravosos” (los de Dios)). Por cierto, algunos han dicho que el “fruto prohibido” significaba las relaciones carnales: no podía ser, porque cuando Dios dio aquel mandamiento, Eva no existía. Dios no iba a prohibir algo que Adán no podía saber (Compare la cronología de los acontecimientos de Génesis 2:15–17 (el mandato de Dios) con 2:18–25 (la creación de Eva)).
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